viernes, 16 de abril de 2010

Otra vez por aquí...y procuraré ponerme al día con mis escritos en el blog

miércoles, 11 de junio de 2008

SIN PASAPORTE


Se le qedó el corazón como una ciruela pasa, que le atoraba la garganta. ¡Tanta penuria, tanto sufrimiento para nada! Pita tiene el cuerpo húmedo, arrugado por el frío. La boca como arena del desierto. El cabello encrespado, los ojos opacos.
- ¡ Que no me encuentre! Si tan sólo alguien me ayudara... siento las piernas como trapos. Sólo te pido, Diosito, que no me agarre. Tengo mucho miedo.
Los ojos de él recorren los caminos, su linterna, faro perverso, que ilumina hasta el último rincón de los matorrales.
- No te me vas a escapar, tú no. Te voy a encontrar.
Escondida entre la maleza, Pita contiene la respiración. Quisiera callar
el ruido del latido de sus sienes. Acurrucada en los recuerdos espera a que amanezca. Vuela a México. Se imagina segura en el calor de la cocina. Los frijoles en la olla.
- Me voy a los Estados Unidos, señora.
- ¿Estás segura, Pita?
- Sí.
- ¿Con quién vas, cómo?
- Mi primo Florencio nos va a acompañar a mi hermana Alejandra y a mí hasta la frontera, ahí un cuate nos pasa.
- ¿Cuánto les va a cobrar?
- Mil dólares a cada una y si nos agarran nos pasa de nuevo gratis.
La despedida con el sabor de dieciocho años juntos.¡Toda una vida¡
- Pitita, si se te atora algo o no encuentras trabajo, te regresas. Tú sabes que ésta ha sido y es tu casa. Te vamos a extrañar mucho.
- Y yo, señora. Ustedes son mi verdadera familia, pero tengo treinta y cuatro años. Me tengo que ir. Es ahora o nunca.
La señora la mira, ve a la muchachita que hace dieciocho años llegó a su casa sin hablar español, con “jiotes” en los brazos por la anemia, con ese cojear rítmico producto de una lesión congénita en la cadera. Ahora, con la preparatoria terminada, los ojos espejo reluciente, se va.
- Comunícate conmigo en cuanto puedas. Me quedo muy preocupada.
- Yo le hablo. La quiero mucho.
- Y yo a ti, Pitita.
El adiós se hizo abrazo interminable.
Pita sorbe la sal de sus lágrimas: ¡Soy una pendeja! ¿Por qué no aprendí a nadar? Por mi culpa se dieron cuenta los de la patrulla. Claro, con tremendo escándalo que armé al sentir que me ahogaba. Ahora ¿cómo me encuentro con los demás? ¡Pues yo, no me regreso! ¡Pinche frío!
Al levantar la vista el temblor de su cuerpo choca con el azul indefinido de los ojos del guardia fronterizo que le clava los dedos en el brazo, la levanta como a un trapo, la sostiene frente a él. A rastras, peleando con la dignidad otomí, la sube a la patrulla. Enciende la torreta. Empieza a amanecer, se dibujan en el horizonte las siluetas de los que hoy, fallaron en el intento.
Un corralón es la oficina de la patrulla fronteriza con su olor a tristeza y sus escritorios metálicos.
- ¡Enséñeme sus papeles!
Ella extiende la mano derecha, en la que atesora una estampita arrugada de laVirgen de Guadalupe.
El guarda sonríe.
- Estoy hablando en serio.
- Yo también. Es el único papel que tengo.
- Cuando estuve en tu país fui a la Basílica.
“Y ni con eso se educó”, piensa Pita. El guarda continúa:
- Los mexicanos piensan que todo es fácil, que se pueden meter a Los Estados Unidos como si fuera su casa, se equivocan, ésta no es su casa.
Pita continúa con la mano extendida. En silencio. La imagen de la Virgen nada en los ojos del guardia.
- ¡Vete!
El guardia de espaldas a Pita, ordena a los dos hombres que custodian la puerta: ¡Déjenla salir!
Sentada en la banqueta le platica a la estampa arrugada de la Guadalupana: Gracias Virgencita, tú perdonarás mi necedad pero a como sea voy a pasar al otro lado ¡Antes me muero, que regresar fracasada!
En la esquina se apareja con Florencio.
- Que lucky, manita?
- ¿Cuándo lo volvemos a intentar, Florencio?
- Take it easy mi Pita, por ahorita hay que esperar…

viernes, 2 de mayo de 2008

Subo al ático de mi vida. Escalón por escalón. Con las palmas de las manos recorro paredes de recuerdos. Los olores llegan fáciles, así, como llegan las alegrías. La colonia Sanbors me trae los naranjos en flor. Despiertan mis pies a la añoranza. Recuerdo el masaje después del baño “para que no le entre el frío a mis patitas de rana” diría mi nana María. De tanto recordarla, se me desgastó su voz. Si por lo menos supiera dónde esta, la buscaría. La abrazaría, un abrazo espejo, sabor a risa, a recuerdos guardados. Nos amarrarían lazos de murmullos, tiernos como brotes de alfalfa.
A los dos años se tienen los ojos así: chiquitos. Se fija uno en las cosas pequeñas de la vida. Las motitas de polvo baila y baila entre los rayos del sol. Ese sol que calienta el alma cuando se hacen invierno los sentimientos.
¡Qué ocurrencia de mi hermano Alfonso! Llenar mi cuna cada semana con globos de colores. Por eso algunas noches sueño que nado en el rojo, en el azul, el amarillo, por eso en ocasiones me gana la risa.
- Alfonso, si sigues jugando con la niña, la vas a poner nerviosa, luego no hay quien la duerma.
- La llevo a pasear en la carriola y se calma.
Vivíamos en la calle de Niza. Lo que es hoy la Zona Rosa. Una casa con balcones de cantera. Herrería negra. Tres apartamentos. El sol calentaba el parqué en la recámara de mis padres. Me sentía segura, aquerendada.
- María, llena la tina.
- Sí, señora pero usted cuide a la niña, ya ve como le gusta meterse vestida a jugar en el agua. Luego se enferma, y ahí está, chille y chille.
Por aquel tiempo hicieron nido en mí varios placeres. Forman parte de mi esencia. El agua, tirar cosas por el balcón para verlas caer. Pero sobre todas las cosas, el agua ¡cómo me gusta!
- ¡María, saca a la niña de la tina!
- ¡Ay patitas de rana! nomás porque te quiero mucho, pero qué latosa eres. No me mires así, parece que te fuera yo a matar. Escuincla mustia.
Colonia sanborns la cueca de sus manos. Otra vez mis pies reclaman el recuerdo.
Un día mi hermana Rosita sembró una planta de papa en la jardinera del garaje. Entonces supimos lo que sienten los campesinos. Mirar al cielo, esperar. Subir y bajar a cada rato para ver si crecía. Entre escenas borrosas, mi mamá, su risa, su amoroso calor, agua de estrellas, sus ojos negros. Ojos que sabían encontrar verdades en los nuestros.
- ¡Pobre planta, la van a ciscar de tanto mirarla!
Admiración total. El tallo crece. La vida era más lenta. Los placeres más simples.
Traigo en la mente un eco: la imagen de esos días. Tal vez por eso no regreso a la calle de Niza, para no echar a perder mis recuerdos.